Desde la antigüedad, los filósofos y médicos han reflexionado sobre la importancia de tener una actitud mental positiva para la salud, y hoy en día, la investigación moderna lo confirma. La actitud, referida a nuestros pensamientos y emociones habituales, es un elemento clave en la determinación de la calidad y duración de nuestra vida.
Los estudios que evalúan la actitud a través de escalas como la Escala de Optimismo-Pesimismo (PSM) del Inventario Multifásico de Personalidad de Minnesota (MMPI), han demostrado que las personas con un estilo explicativo pesimista tienen peor salud, son más propensas a la depresión, utilizan más servicios de atención médica y de salud mental, sufren mayor declive cognitivo e inmunológico con la edad y tienen una tasa de supervivencia más corta comparadas con los optimistas. Uno de los estudios más recientes involucró a 5566 personas que completaron una encuesta en dos momentos, el primero a los 51-56 años y el segundo momento a los 63-67 años.
La encuesta incluía un cuestionario para determinar el bienestar psicológico positivo, midiendo la aceptación de uno mismo, la autonomía, el propósito en la vida, las relaciones positivas con los demás, la capacidad de manejar el entorno y el crecimiento personal. Los resultados mostraron que las personas con bajo bienestar psicológico positivo tenían 7.16 veces más probabilidades de estar deprimidas 10 años después. Este estudio destacó que, aunque la vida está llena de eventos fuera de nuestro control, podemos controlar nuestra respuesta ante ellos. La actitud desempeña un papel crucial en cómo vemos y respondemos a los estresores y desafíos de la vida, ya que estos estresores psicológicos pueden desencadenar a su vez procesos de estrés oxidativo y, en última instancia, provocar enfermedades graves o impedir nuestra recuperación.
La conexión entre la actitud, el cerebro, las emociones y el sistema inmunológico ha sido examinada en el campo de la psiconeuroinmunología. Se ha demostrado que todas las partes del sistema inmunológico están conectadas con el cerebro, ya sea a través de una conexión directa de tejido nervioso o a través del complejo lenguaje de mensajeros químicos como las hormonas y los péptidos. La actitud positiva puede ayudar a mejorar la función del sistema inmunológico, a reducir la inflamación y a prevenir enfermedades graves.
Por otro lado, la actitud negativa puede aumentar la inflamación, debilitar el sistema inmunológico y contribuir a la aparición de enfermedades. En resumen, tener una actitud mental positiva es clave para una buena salud. Esta actitud no solo puede ayudar a prevenir enfermedades, sino que también puede mejorar nuestra calidad de vida, aumentar nuestra resiliencia y mejorar nuestra capacidad para manejar situaciones estresantes. Por lo tanto, es importante fomentar una actitud positiva y trabajar en nuestro bienestar psicológico para mejorar nuestra salud y nuestra vida en general.
Referencias
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